Esto contesta Vicente Samuel Hernandez Palominos al escrito de Hugo Pizarro Gómez.
Mi muy querido y estimado Hugo, una de las razones por las que siempre voy estar agradecido con Dios es porque ha puesto en mi vida a personas muy especiales como cada uno de ustedes. Es hermoso saber que me aprecian y quiero que sepan que el sentimiento es mutuo. Gracias a personas como tú siento que esta vida es hermosa. Tus palabras, en las que manifiestas tu apreciación respecto de mi persona me comprometen aún más a ser fiel al legado recibido en nuestra querida escuela Industrial “Las Nieves”, y en particular a nuestros maestros y guías, de la congregación Clérigos de San Viator.
No siempre es fácil expresar lo que sentimos, llevamos un ritmo de vida tan agitado, sin embargo, hemos compartido tantas cosas juntos que tendríamos que volver a nacer para olvidarnos de todo eso. Eres mi amigo y mucho más que eso, el que estuvo cuando una lágrima derramaba y el que me hizo reír en incontables ocasiones a carcajadas. Gracias, mil gracias, es lo único que puedo darte además de mi amistad hasta que Dios decida llevarnos.
Mi querido amigo, quisiera agregar a tu recuerdo, particular de los religiosos y sacerdotes de los Clérigos de san Viator, que forjaron lo que hoy soy y dieron fiel testimonio de Cristo en nuestra patria. Primero a los que me han dejado un recuerdo imborrable, Nazario Izar de la Fuente, Feliciano Nebreda Aragón, mi muy querido “TATA Feliciano”, a quien admiro y recuerdo por su rectitud y fidelidad, Saturnino San Martín, Valentín Izar de la Fuente, Graciano San Martin, Miguel Uzabal Salazar, nuestro confidente para mí y mi esposa, un gran amigo; Roque Mendizábal, Ramón Arizón, José María Zorrilla, Cesáreo Martínez, Pablo Zamorano, José Antonio Izaga, Marino Izar de la Fuente, Esteban Sáez de Heredia, Saturnino López, Amador Angulo, José Luis Iturriaga, que serían los de la vieja guardia con quienes compartí y aquellos más contemporáneos, Carlos Orduna Diez, Ángel Sánchez Casado, Juan Martínez Marazuela, Fernando Corona Salcedo, dueños de una gran sensibilidad social, junto a Fernando me inicié en el mundo laboral en el trabajo con los jóvenes de mi País; Julio Batalla, Eleuterio García del Pozo, Pablo Urbaneja, Javier Ortuondo, Juan Alarcón, no puedo omitir a los chilenos, Gerardo Soto Toledo y nuestro compañero de colegio, Raúl Marchant Zúñiga,; tengo la certeza de que puedo omitir alguno, sin embargo, para todos mi más sincera gratitud.
Gracias por recordar, en tu estilo, el de un poeta de nuestro campo, mi infancia y juventud guiado por éste gran equipo humano que son fieles al evangelio y a lo dispuesto por el padre Luis Querbes.