Una ley educativa que no se sostiene en amplios consensos
políticos y sociales, lo afirma la Comisión Europea,
está abocada a ser débil y sin recorrido.
PEDRO J. HUERTA NUÑO
A una ley debemos pedirle que represente aquello mismo que legisla. Este es uno de tantos puntos débiles de la Lomloe (Ley Orgánica de la Modificación de la LOE), cuyo contenido y trámite no es modelo de educación para el diálogo, para el consenso o la pluralidad.
Débil es una ley educativa cuya carta de presentación es la derogación de ley anterior, que ni convenció ni convence, que solo entiende el consenso como trámite político, que solo escucha a quienes hablan desde el revanchismo y deja fuera del diálogo parlamentario a la comunidad educativa. Una ley educativa que no se sostiene en amplios consensos políticos y sociales, lo afirma la Comisión Europea, está abocada a ser una ley débil y sin recorrido.
Débil es una ley educativa que aunque dice busca el equilibrio y la moderación, se hace ley del péndulo, y con la supuesta intención de ser equitativa y deshacer los desequilibrios, acaba creando nuevas injusticias y nuevos problemas, porque los péndulos nunca han sido amigos de lo bueno y de lo justo.
Débil es una ley educativa que no afronta las mejoras sustanciales y necesarias del sistema educativo, maltrecho por años de recortes económicos, heredero de un histórico abandono de la formación y la función docente, necesitado de una real y efectiva autonomía de los centros.
Débil es una ley educativa que parchea la reforma pedagógica y metodológica, que no promociona el esfuerzo, que pretende evitar el fracaso escolar ocultándolo, que destierra asignaturas, como Ética o Religión, que promueven pensamiento crítico, que entiende la integración como incorporación y la equidad como planificación administrativa.
Débil es una ley educativa que esconde su déficit de propuestas abonando el enfrentamiento entre quienes están en primera línea de la labor tarea educativa, aquellos que no renuncian a ningún esfuerzo para que los colegios sean espacios seguros y a la vez educativos, integradores y generadores de convivencia, todo ello en medio de la crisis sanitaria, de la económica y de la demográfica.
"Relega a la subsidiariedad, y en un futuro breve al cierre, a quienes solo aspiran a cooperar en el servicio público de la educación".
Débil es una ley educativa que habla de derechos y libertades, pero relega a la subsidiariedad, y en un futuro breve al cierre, a quienes solo aspiran a cooperar en el servicio público de la educación. Legíslese para evitar abusos, para regular los recursos públicos de forma equitativa, para frenar desigualdades, pero sobre todo legíslese para crear espacios educativos, para converger en la mejora de la educación, igualar las condiciones de acceso y condiciones laborales, y para ofrecer a cada alumno los medios y el proyecto adecuados para su educación en libertad.
Débil es una ley educativa que solo promueve la escuela única frente a la pluralidad y la complementariedad, que no pone bases para un pacto educativo político y social, que se convierte en problema cuando debería ser parte de la solución.
Pedro J. Huerta Nuño es secretario general de Escuelas Católicas, principal patronal de la enseñanza concertada.
Fuente de texto e imagen: El País