Hay momentos en los que parece que no puedes hacer nada para evitar el sufrimiento de los que te rodean, seres queridos, amigos...
Cuando sientas esa impotencia, piensa que siempre habrá dos cosas que puedes hacer: acompañarles y rezar por ellos.
Tu compañía, compasión, solidaridad y presencia en su dolor es un bálsamo que mitiga el sufrimiento.
Tu oración es un crisol donde tu dolor se transforma en amor a tu prójimo.
FELIZ MIÉRCOLES.