miércoles, 3 de julio de 2013

Charla de Alain 2ª PARTE

Nuevo ABC de las pequeñas escuelas viatorianas.
Fragmento del rollo de tela de 3 metros,
escrito de puño y letra del P. Querbes.
Abecedario, silabario, vocabulario y puntuario
Hacia 1836. Lyon.
 

Segunda parte de la conferencia impartida por el P. Alain Ambeault, Superior general de los Viatores, en la XXV Escuela de Verano "San Viator"
SOMOS 25. Y DESPUÉS ¿QUÉ?
EL GENOMA DEL EDUCADOR VIATORIANO
Valladolid, 28 a 30 de junio de 2013

  

EL EDUCADOR VIATORIANO Y LA PALABRA (2/2)
(VIENE DE LA 1ª PARTE)
Un Dios que se debe reconocer
…pero sus ojos estaban velados para que no le conociesen...
La incapacidad de los discípulos de Emaús para reconocer a Jesús, que se había unido a su marcha, plantea muchas preguntas. ¿Era debido a la apariencia física de Jesús resucitado, o era la condición interior de los discípulos la que impedía el reconocimiento de los rasgos de aquel a quien habían seguido desde hacía tiempo? ¿Tan profunda y desconcertante era su decepción? ¡Estos dos personajes habían esperado tanto que ese Jesús de Nazaret fuera su libertador y que esta liberación alejara para siempre a los dominadores del Pueblo de Dios…! Lo que les impedía reconocer a Jesús caminando a su lado era la dureza interior del fracaso, el fatalismo de la muerte de aquel a quien ellos consideraban su salvador político. El encuentro con el crucificado-resucitado coincide siempre con el encuentro de alguien que es diferente de lo que nos gustaría que fuera.
En mi país - y supongo que la realidad actual de España no será muy diferente - muchas personas afirman creer todavía en Dios. Pero ¿en qué Dios creen verdaderamente? De hecho, muy pocas personas son capaces de personalizar su fe y menos aún de mostrar los verdaderos rasgos del Dios de Jesucristo. Según sean las situaciones de la vida, algunas convicciones se han desplazado, incluso se han producido frustraciones engendradas por un reciente pasado eclesial. Cada uno se ha forjado una concepción propia de la divinidad cristiana y la ha aislado en su universo personal.
El educador-catequista acepta, por consiguiente, el desafío de proponer el reconocimiento del Dios de Jesucristo. Deberá hacerlo comprometiéndose en la búsqueda de sentido del mundo y animado por la necesidad de espiritualidad del ser humano que subraya la postmodernidad. El objetivo del educador-catequista consistirá, por consiguiente, en abrir caminos en el corazón de las absolutizaciones de la imagen de Dios que la gente hace para arriesgar el reconocimiento del Dios de Jesucristo de los Evangelios. La función del educador cristiano es la de liberar al Dios de Jesucristo, prisionero de nuestras definiciones que le quitan toda su dimensión de alteridad. El reconocimiento como acto de encuentro con una persona, solamente es posible si esta última es otra, es decir es diferente a mí.
El educador, una persona de escucha
… Él les dijo: « ¿De qué discutís entre vosotros mientras vais caminando?» Ellos se detuvieron con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: « ¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas de estos días?
Fijaos bien que la primera palabra de Jesús es una pregunta; así es como Él entra en escena en esta historia. Y más aún, es la escucha lo que caracterizará la actitud de Jesús en los primeros pasos de su marcha hacia Emaús. Él sabe ciertamente lo que están viviendo estos dos hombres y no le extraña la profundidad de sus sentimientos, pero  también sabe que el verdadero encuentro, el que permite el reconocimiento, no será posible más que gracias a este tiempo de escucha, el tiempo de escucha que liberará la expresión de su deseo decepcionado. La escucha de Jesús era, por consiguiente, necesaria.
El profesor Fossion nos recuerda que la misión del educador de la fe no consiste únicamente en desarrollar el contenido del mensaje evangélico y sus repercusiones en la vida, sino que lo enfrenta sistemáticamente a las realidades existenciales. Para ello, el educador debe conocer la realidad existencial de las personas a las que acompaña,  debe entrar en diálogo con ellas. ¿Y cómo conocer verdaderamente al otro sin la actitud fundamental de la escucha?
Cuando yo escucho, abro un espacio real de encuentro y de reconocimiento del otro diverso de mí. Escuchar al otro, es abrirse a todo el potencial que él me ofrece, es dejar espacio a su propia situación de fe.
El teólogo André Charron nos plantea una cuestión fundamental: ¿dejamos que pase a nosotros la fe del otro, sin tratarla al principio como si estuviera en el punto cero de la fe cristiana? Su "yo creo" podría ser el primer enganche de un diálogo de confianza. Y, no podemos denunciar lo que hay de falso en la fe del otro, si todavía no hemos reconocido lo que hay de evangélicamente verdadero en lo que está viviendo.
Además, esta actitud fundamental de escucha inscrita en la pedagogía de la educación de la fe no es más que una simple cortesía que precede al momento en que habla el educador-catequista, es un lugar de confrontación eclesial. La escucha permite a la Iglesia abrirse a la vida de las personas, señala sus verdaderos desafíos y revela las apuestas eclesiales necesarias para la acción de la Iglesia en nuestro mundo.
 La liberación del deseo
Nosotros esperábamos que fuera  él quien iba a librar a Israel...
Estos dos discípulos vuelven decepcionados a Emaús. Jesús iba a liberarlos y resulta que le han crucificado. ¡Jesús era su sueño, era su esperanza! De momento, la gestión de Jesús no podía ir más allá de esta etapa fundamental de la liberación de su deseo frustrado.
La escucha es el centro de la misión del educador-catequista. Ella permite la liberación de la expresión del deseo del otro, es decir de lo que él tiene de más profundo en sí mismo. La liberación del deseo es, de alguna manera, la liberación de sus motivaciones, de sus decepciones, de sus deseos y sus esperanzas, tanto de su ser como de su querer ser. La actitud de escucha del educador permite la liberación de la expresión del educando, ella desata la lengua, y deja brotar el deseo esencial. Como hemos dicho antes, el ser humano ¿no es, fundamentalmente, un ser de deseo y de comunicación? La escucha hace posible la alteridad del otro, pues le permite ser otro ya que su deseo le es propio.
Si el primer movimiento que se desprende del texto de Emaús sitúa la vida en primer plano y nos compromete en el descubrimiento del terreno del otro, el segundo movimiento que acabamos de expresar, se refiere a las disposiciones que permitirán ahora la apertura de un espacio importante: el testimonio y la comprensión de lo que nos supera.
 El testimonio
… sin embargo, algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía...
¿Qué es lo que ocurre entonces? Jesús ha aceptado caminar con los discípulos, escucharles. Al aceptar caminar con ellos hasta lo más profundo de su situación existencial, ha descubierto certezas entrelazadas de dudas, una desesperación atravesada por pequeños destellos de esperanza. De repente, su historia se confronta a la de  otras personas que también están habitadas por este mismo Jesús. O sea que, la realidad es más compleja que la primera desesperación, es más profunda, y, por lo tanto, más verdadera que en el primer relato.
El educador camina con, se encuentra con, libera el deseo, pero, más aún, abre resquicios en el universo de las certezas y de las incertidumbres del otro. Abrir un resquicio, es comulgar profundamente con lo que el otro es y vive, y arriesgarse a la apertura de horizontes inexplorados. Abrir un resquicio es aceptar conscientemente aventurarse, junto al otro, hacia lo desconocido.
Hay otros relatos: ¡este es la abertura rasgada por el educador! Hay otros relatos porque otras personas existen y viven del mismo misterio. Abrir un resquicio es permitir no solamente reconocer al otro, diferente, sino introducirse en su historia. De esta manera, el educador invita a la gente con la que camina a abrir su historia -su universo- al otro.
La función hermenéutica en la educación de la fe
… y les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras…
Después de su larga y fructuosa escucha, la que permitió a los discípulos expresar lo que habían vivido, Jesús cambia de actuación. En relación a lo que sienten profundamente en su corazón, él se resitúa en el relato escuchado, les explicó las Escrituras, es decir que les interpretó todo lo que le concernía, desde Moisés, pasando a través de los profetas.
En la etapa precedente, por medio del relato, del testimonio, se abrió una primera fisura: la fe, la palabra del otro abrieron un nuevo espacio. Esta vez la misma fisura sigue abriéndose y permite al educador proponer su propia síntesis de fe. El educador sabe entrar en el relato del otro para abrirlo a la comprensión de la verdad. La hermenéutica consiste en relacionar la experiencia fundamental cristiana, la de los Evangelios,  con la experiencia humana actual. El educador ofrece  entonces una relectura de la herencia cristiana, resitúa la herencia de fe para recuperarla en el momento actual de las personas. En otras palabras, esta hermenéutica, esta recuperación inscribe al sujeto, no solamente en una historia, sino también en una tradición. Se amplía el círculo existencial de alguien, no solamente a una historia más amplia que la suya, sino que le permite descubrirse protagonista de un movimiento de esta historia,  una tradición.
Está claro que, en esta etapa, en la pedagogía que se desprende del relato de los discípulos de Emaús, el educador actúa como maestro. Entrega algo adquirido, una síntesis, y permite al alumno entrar en contacto con un dato de fe que solo el educador está capacitado para dar. El educador ayuda a entender situando en el acto educativo su propia concepción de fe; incorpora en una historia y una tradición a aquel que camina con él.
El primer movimiento que se desprende del texto de Emaús sitúa a la vida en primer lugar y nos compromete en el descubrimiento de terreno del otro. El segundo movimiento se sirve de las condiciones que permitan la apertura de un  espacio importante: el testimonio y la comprensión de lo que nos supera. Ahora, el tercer movimiento que estamos presentando, introduce en el acto de la educación de la fe elementos que hacen aparecer al otro, la diferencia, la existencia de otros relatos. Además, esta etapa ha ampliado las fronteras de la historia de una persona, integrándola en una historia colectiva, incluso en una tradición. Hemos aquí a punto de entrar en un último movimiento: el que nos conduce al reconocimiento del resucitado en un terreno nuevo, el terreno del otro.
 El establecimiento de nuevos lugares de Iglesia
…al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». Y entró a quedarse con ellos...
Hasta ahora, el encuentro entre los discípulos de Emaús y Jesús había permitido dos tipos de expresión: el de la desesperación de los discípulos y el de la interpretación de Jesús. Era necesario que esta relación de expresión y de escucha recíproca fuera más lejos, que se produjera entre ellos un verdadero encuentro, precisamente el que abre el camino al reconocimiento. Algo tenía que ocurrir, pero el camino se había terminado, los discípulos habían llegado a su destino. Para avanzar más, los discípulos tenían que arriesgase a abrirle las puertas de su casa, y Jesús, a aventurar su presencia en el terreno del otro. El camino no es, en definitiva, más que un lugar de paso, de tránsito hacia el único lugar verdadero del encuentro: el terreno del otro.
El principal desafío para el educador-catequista que se compromete en este tipo de enfoque, es claramente el de arriesgar el Evangelio, es decir poner el Evangelio en riesgo... En otras palabras, correr el riesgo de la educación de la fe, la catequesis, es arriesgarse a que le digan a uno: "¡Quédate con nosotros! " y esto en el terreno del otro, “¡sigue hablándonos!”, pero con nuestras palabras y nuestro lenguaje.
El educador que se arriesga en el terreno del otro, acepta tomar parte en el juego de la alteridad que siempre llama a arriesgar en otra parte, allí donde la gente vive verdaderamente, y a convertirse en algo diferente con ellos. En este caso, ¡acaban de nacer nuevos lugares de Iglesia!
Lo simbólico
…sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio…
Recordemos que lo primero que movió  a los discípulos, en esta larga narración que hemos recorrido casi en su totalidad, fue el relato  de las mujeres que decían que estaba vivo. Ahora un gesto abrirá el último recodo que permitirá el reconocimiento. En este simple gesto, las palabras se entrelazan: ​​lo que han escuchado en el camino y lo que ellos han compartido con Jesús de Nazaret. Ellos redescubren la presencia.
El educador-catequista en su recorrido, conduce a las personas hasta el universo simbólico de la vida y de la fe. Este es el lugar del reconocimiento del otro y el del Dios de Jesucristo, presente en una historia de la que, de repente, vemos ensamblarse  los grandes  paneles. La actividad simbólica o la dimensión simbólica del acto de la educación de la fe nos une y nos permite expresar, a través de gestos rituales, nuestro ser profundo, revelador de la presencia de un Dios que nos llama a la superación.
Llegar a ser sujeto de su fe
…Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron…
Toda la acción de Jesús descrita en el relato de Emaús consiste en permitir que los dos personajes le reconozcan, es decir, conocerle ahora en la diferencia de lo que ha llegado a ser. El reconocimiento permitido por los gestos y las palabras de Jesús ha abierto los ojos de los discípulos sobre el misterio de su presencia, ella es la que da un nuevo significado a lo que él ha sido, a lo que es ahora y a lo que será en el futuro.
La educación de la fe favorece el  movimiento de continuidad, de ruptura y de realización. La continuidad se encuentra en la liberación del deseo del educando, en el reconocimiento de la fuerza liberadora que lleva. Los mismos espacios abiertos se convierten en tiempos de concienciación, de confrontación y de ruptura. La realización de la persona se produce cuando ésta ha encontrado al Dios de Jesucristo, cuando ella se ha implicado en el ejercicio de la comprensión de su fe, cuando ella la ha resituado en su existencia y en la de los demás.
Ese es el punto final de todo este largo proceso: llegar a ser sujeto de su fe. Ser sujeto de su fe es anclar su “Yo creo” en su propia existencia situada culturalmente y hacer de este “yo creo” un acto de relación, de comunicación, el acto de una palabra nueva. Recordad, el ser humano no es una persona de la comunicación, un ser de palabra, solamente como medio de existir, sino como razón de existir.
En ese momento, según la conclusión del texto, es posible aceptar y vivir la alteridad de Dios. El presente se hace ausente: lo reconocieron, pero él desapareció de su lado. Una persona convertida en sujeto de su fe sabe dónde encontrar, en adelante,  al Dios de Jesucristo, ella no trata ya de retenerlo en su historia, pero  ha comprendido que sólo la comunión de los hermanos y hermanas, le permitirá en adelante  redescubrirlo presente en su camino.
La ida y vuelta de la fe
…Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén…
El profundo simbolismo de la historia de los discípulos de Emaús se expresa por una ida y vuelta, la de los discípulos que parten de Jerusalén con el corazón cansado por las decepciones y que, finalmente, vuelven a Jerusalén con los ojos muy abiertos por un nuevo reconocimiento. El sujeto de su fe busca al otro, la fe del otro y la comunión que necesita. El regreso de los discípulos hace nacer la comunidad, hace de ella un lugar de autentificación y lanza por los caminos de la misión.
El educador-catequista libera por consiguiente, la palabra de fe del educando, le invita a la proclamación, al testimonio.
Luego la fe nace de un acto de comunicación y no cesa de convertirnos en hombres y mujeres de comunicación. Liberar el testimonio de aquel que ha encontrado a Jesucristo y que se ha convertido en sujeto de su fe, reconquistándola en su vida y en su entorno cultural, es liberar la voz del profeta que sabe leer los signos de los tiempos y hace que amanezca el Reino de Dios.
El educador convierte cada persona que se le ha confiado, en un sujeto de su propia vida, es decir, en un ser que necesita estar en relación, que necesita comunicar para vivir. Así se expresa lo que él ha llegado a ser, lo que es fundamentalmente.
El educador-catequista hace lo mismo con aquellos que se le han confiado porque creer, es ser una persona de encuentro, de relación y de comunicación. La comunión solamente es posible cuando se es consciente de que todos llevamos un rasgo único del rostro de Dios y que necesitamos compartirlo.
CONCLUSIÓN
Durante esta presentación os he hablado mucho del educador-catequista. El que educa al estilo de los Viatores es portador de una Palabra que le lanza  a un camino muy particular: El camino que, igual que el de Emaús, nos hace adherirnos a la pedagogía de Jesús.
Soy consciente de que no todos vosotros tenéis como primera tarea la enseñanza de la religión o que no actuáis como ministros catequistas. Lo que yo quería compartir con vosotros es la riqueza de esta misión para la cual aceptáis asociaros con nosotros en el trabajo educativo. En cada uno de vuestros itinerarios encontraréis gentes, jóvenes que, como los discípulos de Emaús, buscan un sentido a sus vidas y viven esperanzas y decepciones. Todos tienen un profundo deseo de liberarse, de ser hombres y mujeres plenamente dueños de su vida y de su fe. Seguid caminando con ellos por el camino de sus vidas y participaréis en el milagro de ver abrirse sus ojos y reconocer que el mundo que les llama es el mismo donde Dios vive y actúa por nosotros.
Yo acepté esta entrevista porque la ocasión, del 25 año (veinticinco año) de la escuela de verano de los Viatores españoles, es un acontecimiento que debe enorgullecer a toda la comunidad. Yo  lo estoy y quiero deciros  que vuestra tarea es esencial, y reveladora de mujeres y hombres que tienen en el corazón el futuro de nuestro mundo y de nuestra Iglesia.
A todos los educadores implicados en la misión viatoriana: ¡Enhorabuena! En los 15 (quince)  países donde trabajamos, miles de personas se unen a mí para comunicaros nuestro apoyo, nuestro aliento y nuestra admiración.
Quiero expresar mi admiración a la comunidad viatoriana de España por lo que realizáis en nombre del carisma que compartimos. Vosotros lo hacéis con un espíritu de apertura y de colaboración y así sabéis ampliar los límites de nuestra hermosa familia a centenares de personas que la hacen aún más hermosa y significativa. ¡Estad seguros de mi afecto y mi vivo agradecimiento!
¡Feliz 25 (veinticinco) aniversario de la escuela viatoriana de verano y que la experiencia se prolongue aún durante muchos años!
(FIN)

Alain Ambeault, c.s.v.,
Superior General