Nuevo ABC de las pequeñas escuelas viatorianas.
Fragmento del rollo de tela de 3 metros,
escrito de puño y letra del P. Querbes.
Abecedario, silabario, vocabulario y puntuario
Hacia 1836. Lyon.
Segunda parte de la conferencia impartida por el P. Alain Ambeault, Superior general de los Viatores, en la XXV Escuela de Verano "San Viator" |
SOMOS 25. Y DESPUÉS ¿QUÉ?
EL GENOMA DEL EDUCADOR VIATORIANO
Valladolid, 28 a 30 de junio de 2013
EL EDUCADOR VIATORIANO Y LA PALABRA (2/2)
(VIENE DE LA 1ª PARTE)
Un
Dios que se debe reconocer
…pero
sus ojos estaban velados para que no le conociesen...
La incapacidad de los
discípulos de Emaús para reconocer a Jesús, que se había unido a su marcha,
plantea muchas preguntas. ¿Era debido a la apariencia física de Jesús
resucitado, o era la condición interior de los discípulos la que impedía el
reconocimiento de los rasgos de aquel a quien habían seguido desde hacía
tiempo? ¿Tan profunda y desconcertante era su decepción? ¡Estos dos personajes
habían esperado tanto que ese Jesús de Nazaret fuera su libertador y que esta
liberación alejara para siempre a los dominadores del Pueblo de Dios…! Lo que
les impedía reconocer a Jesús caminando a su lado era la dureza interior del
fracaso, el fatalismo de la muerte de aquel a quien ellos consideraban su
salvador político. El encuentro con el crucificado-resucitado coincide siempre
con el encuentro de alguien que es diferente de lo que nos gustaría que fuera.
En mi país - y supongo que
la realidad actual de España no será muy diferente - muchas personas afirman creer
todavía en Dios. Pero ¿en qué Dios creen verdaderamente? De hecho, muy pocas
personas son capaces de personalizar su fe y menos aún de mostrar los
verdaderos rasgos del Dios de Jesucristo. Según sean las situaciones de la
vida, algunas convicciones se han desplazado, incluso se han producido
frustraciones engendradas por un reciente pasado eclesial. Cada uno se ha
forjado una concepción propia de la divinidad cristiana y la ha aislado en su
universo personal.
El educador-catequista
acepta, por consiguiente, el desafío de proponer el reconocimiento del Dios de
Jesucristo. Deberá hacerlo comprometiéndose en la búsqueda de sentido del mundo
y animado por la necesidad de espiritualidad del ser humano que subraya la
postmodernidad. El objetivo del educador-catequista consistirá, por
consiguiente, en abrir caminos en el corazón de las absolutizaciones de la
imagen de Dios que la gente hace para arriesgar el reconocimiento del Dios de
Jesucristo de los Evangelios. La función del educador cristiano es la de
liberar al Dios de Jesucristo, prisionero de nuestras definiciones que le
quitan toda su dimensión de alteridad. El reconocimiento como acto de encuentro
con una persona, solamente es posible si esta última es otra, es decir es
diferente a mí.
El
educador, una persona de escucha
…
Él les dijo: « ¿De qué discutís entre vosotros mientras vais caminando?» Ellos
se detuvieron con aire entristecido. Uno de ellos llamado Cleofás le respondió:
« ¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas de estos días?
Fijaos bien que la primera
palabra de Jesús es una pregunta; así es como Él entra en escena en esta
historia. Y más aún, es la escucha lo que caracterizará la actitud de Jesús en
los primeros pasos de su marcha hacia Emaús. Él sabe ciertamente lo que están
viviendo estos dos hombres y no le extraña la profundidad de sus sentimientos,
pero también sabe que el verdadero
encuentro, el que permite el reconocimiento, no será posible más que gracias a
este tiempo de escucha, el tiempo de escucha que liberará la expresión de su
deseo decepcionado. La escucha de Jesús era, por consiguiente, necesaria.
El profesor Fossion nos
recuerda que la misión del educador de la fe no consiste únicamente en desarrollar el contenido del mensaje
evangélico y sus repercusiones en la vida, sino que lo enfrenta
sistemáticamente a las realidades existenciales. Para ello, el educador
debe conocer la realidad existencial de las personas a las que acompaña, debe entrar en diálogo con ellas. ¿Y cómo
conocer verdaderamente al otro sin la actitud fundamental de la escucha?
Cuando yo escucho, abro un
espacio real de encuentro y de reconocimiento del otro diverso de mí. Escuchar
al otro, es abrirse a todo el potencial que él me ofrece, es dejar espacio a su
propia situación de fe.
El teólogo André Charron
nos plantea una cuestión fundamental: ¿dejamos
que pase a nosotros la fe del otro, sin tratarla al principio como si estuviera
en el punto cero de la fe cristiana? Su "yo creo" podría ser el
primer enganche de un diálogo de confianza. Y, no podemos denunciar lo que hay
de falso en la fe del otro, si todavía no hemos reconocido lo que hay de
evangélicamente verdadero en lo que está viviendo.
Además, esta actitud
fundamental de escucha inscrita en la pedagogía de la educación de la fe no es
más que una simple cortesía que precede al momento en que habla el
educador-catequista, es un lugar de confrontación eclesial. La escucha permite
a la Iglesia abrirse a la vida de las personas, señala sus verdaderos desafíos
y revela las apuestas eclesiales necesarias para la acción de la Iglesia en
nuestro mundo.
La liberación del deseo
Nosotros
esperábamos que fuera él quien iba a
librar a Israel...
Estos dos discípulos
vuelven decepcionados a Emaús. Jesús iba a liberarlos y resulta que le han
crucificado. ¡Jesús era su sueño, era su esperanza! De momento, la gestión de
Jesús no podía ir más allá de esta etapa fundamental de la liberación de su
deseo frustrado.
La escucha es el centro de
la misión del educador-catequista. Ella permite la liberación de la expresión
del deseo del otro, es decir de lo que él tiene de más profundo en sí mismo. La
liberación del deseo es, de alguna manera, la liberación de sus motivaciones,
de sus decepciones, de sus deseos y sus esperanzas, tanto de su ser como de su
querer ser. La actitud de escucha del educador permite la liberación de la
expresión del educando, ella desata la lengua, y deja brotar el deseo esencial.
Como hemos dicho antes, el ser humano ¿no es, fundamentalmente, un ser de deseo
y de comunicación? La escucha hace posible la alteridad del otro, pues le permite
ser otro ya que su deseo le es propio.
Si el primer movimiento que
se desprende del texto de Emaús sitúa la vida en primer plano y nos compromete
en el descubrimiento del terreno del otro, el segundo movimiento que acabamos
de expresar, se refiere a las disposiciones que permitirán ahora la apertura de
un espacio importante: el testimonio y la comprensión de lo que nos supera.
El
testimonio
…
sin embargo, algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque
fueron de madrugada al sepulcro, y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo
que hasta habían visto una aparición de ángeles, que decían que él vivía...
¿Qué es lo que ocurre
entonces? Jesús ha aceptado caminar con los discípulos, escucharles. Al aceptar
caminar con ellos hasta lo más profundo de su situación existencial, ha
descubierto certezas entrelazadas de dudas, una desesperación atravesada por
pequeños destellos de esperanza. De repente, su historia se confronta a la
de otras personas que también están
habitadas por este mismo Jesús. O sea que, la realidad es más compleja que la
primera desesperación, es más profunda, y, por lo tanto, más verdadera que en
el primer relato.
El educador camina con, se
encuentra con, libera el deseo, pero, más aún, abre resquicios en el universo
de las certezas y de las incertidumbres del otro. Abrir un resquicio, es
comulgar profundamente con lo que el otro es y vive, y arriesgarse a la
apertura de horizontes inexplorados. Abrir un resquicio es aceptar
conscientemente aventurarse, junto al otro, hacia lo desconocido.
Hay otros relatos: ¡este es
la abertura rasgada por el educador! Hay otros relatos porque otras personas
existen y viven del mismo misterio. Abrir un resquicio es permitir no solamente
reconocer al otro, diferente, sino introducirse en su historia. De esta manera,
el educador invita a la gente con la que camina a abrir su historia -su
universo- al otro.
La
función hermenéutica en la educación de la fe
… y
les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras…
Después de su larga y
fructuosa escucha, la que permitió a los discípulos expresar lo que habían
vivido, Jesús cambia de actuación. En relación a lo que sienten profundamente
en su corazón, él se resitúa en el relato escuchado, les explicó las
Escrituras, es decir que les interpretó todo lo que le concernía, desde Moisés,
pasando a través de los profetas.
En la etapa precedente, por
medio del relato, del testimonio, se abrió una primera fisura: la fe, la
palabra del otro abrieron un nuevo espacio. Esta vez la misma fisura sigue
abriéndose y permite al educador proponer su propia síntesis de fe. El educador
sabe entrar en el relato del otro para abrirlo a la comprensión de la verdad.
La hermenéutica consiste en relacionar la experiencia fundamental cristiana, la
de los Evangelios, con la experiencia
humana actual. El educador ofrece
entonces una relectura de la herencia cristiana, resitúa la herencia de
fe para recuperarla en el momento actual de las personas. En otras palabras,
esta hermenéutica, esta recuperación inscribe al sujeto, no solamente en una
historia, sino también en una tradición. Se amplía el círculo existencial de
alguien, no solamente a una historia más amplia que la suya, sino que le
permite descubrirse protagonista de un movimiento de esta historia, una tradición.
Está claro que, en esta
etapa, en la pedagogía que se desprende del relato de los discípulos de Emaús,
el educador actúa como maestro. Entrega algo adquirido, una síntesis, y permite
al alumno entrar en contacto con un dato de fe que solo el educador está
capacitado para dar. El educador ayuda a entender situando en el acto educativo
su propia concepción de fe; incorpora en una historia y una tradición a aquel
que camina con él.
El primer movimiento que se
desprende del texto de Emaús sitúa a la vida en primer lugar y nos compromete
en el descubrimiento de terreno del otro. El segundo movimiento se sirve de las
condiciones que permitan la apertura de un
espacio importante: el testimonio y la comprensión de lo que nos supera.
Ahora, el tercer movimiento que estamos presentando, introduce en el acto de la
educación de la fe elementos que hacen aparecer al otro, la diferencia, la
existencia de otros relatos. Además, esta etapa ha ampliado las fronteras de la
historia de una persona, integrándola en una historia colectiva, incluso en una
tradición. Hemos aquí a punto de entrar en un último movimiento: el que nos
conduce al reconocimiento del resucitado en un terreno nuevo, el terreno del
otro.
El establecimiento de nuevos lugares de
Iglesia
…al
acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos
le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha
declinado». Y entró a quedarse con ellos...
Hasta ahora, el encuentro
entre los discípulos de Emaús y Jesús había permitido dos tipos de expresión:
el de la desesperación de los discípulos y el de la interpretación de Jesús.
Era necesario que esta relación de expresión y de escucha recíproca fuera más
lejos, que se produjera entre ellos un verdadero encuentro, precisamente el que
abre el camino al reconocimiento. Algo tenía que ocurrir, pero el camino se
había terminado, los discípulos habían llegado a su destino. Para avanzar más,
los discípulos tenían que arriesgase a abrirle las puertas de su casa, y Jesús,
a aventurar su presencia en el terreno del otro. El camino no es, en
definitiva, más que un lugar de paso, de tránsito hacia el único lugar
verdadero del encuentro: el terreno del otro.
El principal desafío para
el educador-catequista que se compromete en este tipo de enfoque, es claramente
el de arriesgar el Evangelio, es decir poner el Evangelio en riesgo... En otras
palabras, correr el riesgo de la educación de la fe, la catequesis, es
arriesgarse a que le digan a uno: "¡Quédate con nosotros! " y esto en
el terreno del otro, “¡sigue hablándonos!”, pero con nuestras palabras y
nuestro lenguaje.
El educador que se arriesga
en el terreno del otro, acepta tomar parte en el juego de la alteridad que
siempre llama a arriesgar en otra parte, allí donde la gente vive
verdaderamente, y a convertirse en algo diferente con ellos. En este caso,
¡acaban de nacer nuevos lugares de Iglesia!
Lo
simbólico
…sucedió
que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición,
lo partió y se lo dio…
Recordemos que lo primero
que movió a los discípulos, en esta
larga narración que hemos recorrido casi en su totalidad, fue el relato de las mujeres que decían que estaba vivo.
Ahora un gesto abrirá el último recodo que permitirá el reconocimiento. En este
simple gesto, las palabras se entrelazan: lo que han escuchado en el camino y
lo que ellos han compartido con Jesús de Nazaret. Ellos redescubren la
presencia.
El educador-catequista en
su recorrido, conduce a las personas hasta el universo simbólico de la vida y
de la fe. Este es el lugar del reconocimiento del otro y el del Dios de
Jesucristo, presente en una historia de la que, de repente, vemos
ensamblarse los grandes paneles. La actividad simbólica o la
dimensión simbólica del acto de la educación de la fe nos une y nos permite
expresar, a través de gestos rituales, nuestro ser profundo, revelador de la
presencia de un Dios que nos llama a la superación.
Llegar
a ser sujeto de su fe
…Entonces
se les abrieron los ojos y le reconocieron…
Toda la acción de Jesús
descrita en el relato de Emaús consiste en permitir que los dos personajes le
reconozcan, es decir, conocerle ahora en la diferencia de lo que ha llegado a
ser. El reconocimiento permitido por los gestos y las palabras de Jesús ha
abierto los ojos de los discípulos sobre el misterio de su presencia, ella es
la que da un nuevo significado a lo que él ha sido, a lo que es ahora y a lo
que será en el futuro.
La educación de la fe
favorece el movimiento de continuidad,
de ruptura y de realización. La continuidad se encuentra en la liberación del
deseo del educando, en el reconocimiento de la fuerza liberadora que lleva. Los
mismos espacios abiertos se convierten en tiempos de concienciación, de
confrontación y de ruptura. La realización de la persona se produce cuando ésta
ha encontrado al Dios de Jesucristo, cuando ella se ha implicado en el
ejercicio de la comprensión de su fe, cuando ella la ha resituado en su
existencia y en la de los demás.
Ese es el punto final de
todo este largo proceso: llegar a ser sujeto de su fe. Ser sujeto de su fe es
anclar su “Yo creo” en su propia existencia situada culturalmente y hacer de
este “yo creo” un acto de relación, de comunicación, el acto de una palabra
nueva. Recordad, el ser humano no es una persona de la comunicación, un ser de
palabra, solamente como medio de existir, sino como razón de existir.
En ese momento, según la
conclusión del texto, es posible aceptar y vivir la alteridad de Dios. El
presente se hace ausente: lo
reconocieron, pero él desapareció de su lado.
Una persona convertida en sujeto de su fe sabe dónde encontrar, en
adelante, al Dios de Jesucristo, ella no
trata ya de retenerlo en su historia, pero
ha comprendido que sólo la comunión de los hermanos y hermanas, le
permitirá en adelante redescubrirlo
presente en su camino.
La
ida y vuelta de la fe
…Y,
levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén…
El profundo simbolismo de
la historia de los discípulos de Emaús se expresa por una ida y vuelta, la de
los discípulos que parten de Jerusalén con el corazón cansado por las decepciones
y que, finalmente, vuelven a Jerusalén con los ojos muy abiertos por un nuevo
reconocimiento. El sujeto de su fe busca al otro, la fe del otro y la comunión
que necesita. El regreso de los discípulos hace nacer la comunidad, hace de
ella un lugar de autentificación y lanza por los caminos de la misión.
El educador-catequista
libera por consiguiente, la palabra de fe del educando, le invita a la
proclamación, al testimonio.
Luego la fe nace de un acto
de comunicación y no cesa de convertirnos en hombres y mujeres de comunicación.
Liberar el testimonio de aquel que ha encontrado a Jesucristo y que se ha
convertido en sujeto de su fe, reconquistándola en su vida y en su entorno
cultural, es liberar la voz del profeta que sabe leer los signos de los tiempos
y hace que amanezca el Reino de Dios.
El educador convierte cada
persona que se le ha confiado, en un sujeto de su propia vida, es decir, en un
ser que necesita estar en relación, que necesita comunicar para vivir. Así se
expresa lo que él ha llegado a ser, lo que es fundamentalmente.
El educador-catequista hace
lo mismo con aquellos que se le han confiado porque creer, es ser una persona
de encuentro, de relación y de comunicación. La comunión solamente es posible
cuando se es consciente de que todos llevamos un rasgo único del rostro de Dios
y que necesitamos compartirlo.
CONCLUSIÓN
Durante esta presentación
os he hablado mucho del educador-catequista. El que educa al estilo de los
Viatores es portador de una Palabra que le lanza a un camino muy particular: El camino que,
igual que el de Emaús, nos hace adherirnos a la pedagogía de Jesús.
Soy consciente de que no
todos vosotros tenéis como primera tarea la enseñanza de la religión o que no
actuáis como ministros catequistas. Lo que yo quería compartir con vosotros es
la riqueza de esta misión para la cual aceptáis asociaros con nosotros en el
trabajo educativo. En cada uno de vuestros itinerarios encontraréis gentes,
jóvenes que, como los discípulos de Emaús, buscan un sentido a sus vidas y
viven esperanzas y decepciones. Todos tienen un profundo deseo de liberarse, de
ser hombres y mujeres plenamente dueños de su vida y de su fe. Seguid caminando
con ellos por el camino de sus vidas y participaréis en el milagro de ver
abrirse sus ojos y reconocer que el mundo que les llama es el mismo donde Dios
vive y actúa por nosotros.
Yo acepté esta entrevista
porque la ocasión, del 25 año (veinticinco año) de la escuela de verano de los
Viatores españoles, es un acontecimiento que debe enorgullecer a toda la comunidad.
Yo lo estoy y quiero deciros que vuestra tarea es esencial, y reveladora
de mujeres y hombres que tienen en el corazón el futuro de nuestro mundo y de
nuestra Iglesia.
A todos los educadores
implicados en la misión viatoriana: ¡Enhorabuena! En los 15 (quince) países donde trabajamos, miles de personas se
unen a mí para comunicaros nuestro apoyo, nuestro aliento y nuestra admiración.
Quiero expresar mi
admiración a la comunidad viatoriana de España por lo que realizáis en nombre
del carisma que compartimos. Vosotros lo hacéis con un espíritu de apertura y
de colaboración y así sabéis ampliar los límites de nuestra hermosa familia a
centenares de personas que la hacen aún más hermosa y significativa. ¡Estad
seguros de mi afecto y mi vivo agradecimiento!
¡Feliz 25 (veinticinco)
aniversario de la escuela viatoriana de verano y que la experiencia se
prolongue aún durante muchos años!
(FIN)
Alain Ambeault, c.s.v.,
Superior General